Saga: -
Autora: Samanta Schweblin
Fecha de publicación: noviembre de 2018 (cuarta edición)
Editorial: Penguin Random House
N° de páginas: 224
ISBN: 978-987-769-024-8
Casi siempre comienza en los
hogares. Ya se registran miles de casos en Vancouver, Hong Kong, el Aviv,
Barcelona, Oaxaca, y se está propagando rápidamente a todos los rincones del
mundo. Los kentukis no son mascotas, ni fantasmas, ni robots. Son ciudadanos
reales, y el problema —se dice en las nocicias y se comparte en las redes— es
que una persona que vive en Berlín no debería poder pasearse libremente por el
living de otra que vive en Sidney; ni alguien que vive en Bangkok desayunar
junto a tus hijos en tu departamento de Buenos Aires. En especial, cuando esas
personas que dejamos entrar a casa son completamente anónimas.
Los personajes de esta novela
encarnan el costado más real —y a la vez imprevisible— de la compleja relación
que tenemos con la tecnología, renovando la noción del voyeurismo y exponiendo al lector a los límites del prejuicio, el
cuidado de los otros, la intimidad, el deseo y las buenas intenciones. Kentukis
es una obra deslumbrante, que potencia su sentido mucho más allá de la
atracción que genera desde sus páginas. Una idea insólita y oscura, tan sensata
en sus reflejos que, una vez que se entra en ella, ya no se puede salir.
La idea que aborda la autora
no es muy complicada: existen dos tipos de personas, aquellos que deciden “ser”
y aquellos que deciden “tener”. Los kentukis son una especie de dispositivos
instalados en muñecos de peluche de distinta forma y color, que conectan a dos
personas de manera aleatoria. Uno puede comprarse un kentuki, quien, una vez
conectado, andará con libertad por la casa y podrá ver y escuchar lo que uno
dice, o puede comprarse aquello que permite controlar al kentuki.
La idea me pareció
interesante, quizás no la más original pero siempre me llama el factor creepy
en este tipo de historias. Lamentablemente, me acabé llevando una decepción.
Creo que la principal contra que tiene esta novela es la cantidad de personajes
que hay en ella. Llegó un punto en el que ni siquiera me molesté en contar los
arcos que había. A veces aparecían capítulos individuales que no aportaban nada
a la historia. Entiendo el punto que la autora quizás buscaba transmitir: no
todas las personas son nobles, siempre hay quien abusa de esa confianza. Pero
eso era algo que ya se había empezado a transmitir en las historias en las que
profundizó un poco más; al final acabó no solo siendo reiterativo, porque
muchos de esos arcos empezaban leyendo instrucciones que se mencionaron
montones de veces a lo largo de la novela, sino que también resultaron
redundantes.
No me desagradó, pero siendo
una novela corta, que hubiese tantos personajes impidió que se profundizara
demasiado en ellos. Al final, me quedé enganchada con dos hilos argumentales y
los demás… meh. Es una lástima, porque todos tienen su semilla. Pienso que,
individualmente, habrían sido grandes historias, pero el trato que se les dio
fue muy superficial y no dio espacio a una profundización. Al final, el aspecto
psicológico acabó siendo dejado de lado para, en su lugar, contarnos una
continuación de historias que…
De todos los arcos, los de
Enzo y Alina fueron los que más me gustaron, por demás, me entretuvieron pero no
me resultaron ni tan ni muy. De momento voy a esperar un tiempo antes de volver
a leer alguna novela de Samanta. Eso sí, les recomiendo sus cuentos.
¡Esto es todo por hoy! Uff,
hace bastante no actualizaba. Entre finales y parciales estuve de acá para
allá, pero poco a poco voy a ir poniéndolos al día con los desafíos y lecturas
que estoy haciendo. ¿Qué tal empezaron el mes? Cuéntenme en los comentarios.
¡Hasta la próxima!
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