lunes, 10 de abril de 2017

[Relato] Conflicto.

Escribí este relato para mi taller de novela, la consigna era elegir un personaje de ficción que mostrara una contradicción en su personalidad y ponerlo a prueba en una escena. Espero que les guste.



Las pisadas resonaron en el pasillo. Era el único prisionero en éste, así que supo que tenía una visita. El recuerdo de la anciana que tanto se había preocupado por él, simplemente por el hecho de portar el mismo nombre que su hijo, lo hizo sentirse abrumado. ¿Qué querrían ahora de él? ¿Sería nuevamente Ryotaro, su antiguo jefe y compañero, que volvía para mirarlo otra vez con la decepción oscureciendo sus facciones? Sus labios se curvaron en una arrogante sonrisa. Él nunca lo entendería, pero le confería a su favor que no era culpa suya el ser un viejo poli atrapado en un pequeño pueblo.

Pero no era la molesta anciana ni el idiota de Dojima quien se plantó al otro lado de las rejas de su celda. Los ojos de Adachi se abrieron más de la cuenta, quebrando su compostura durante un instante. No tardó en recuperarse, acomodándose en el camastro para quedar de frente al chico, los codos sobre sus muslos, las manos cayendo entre sus piernas con toda la soltura que las esposas en sus muñecas podían darle.

—¿Qué haces aquí?—la visita de Narukami era una sorpresa. Cuando aquel niño de secundaria lo había entregado a la justicia, pensó que había terminado con él; aparentemente no era así y Ryotaro se sentía lo suficientemente en deuda con él como para permitirle estar allí. Por supuesto, no obtuvo respuesta. La sonrisa de Adachi se amplió hasta convertirse en una retorcida mueca, eso era precisamente lo que Narukami buscaba, respuestas—. Veo que estás tan comunicativo como siempre.
—¿Por qué me ayudaste?—el tranquilo tono de voz hizo que Adachi riera.
—¿Estuve a punto de desencadenar una especie de Apocalipsis y eso es todo lo que tienes por preguntar?
—Cada persona tiene su historia, sus razones. No me sirve de nada el saber por qué intentaste acabar con todos nosotros. Son muchos los que juegan a ser Dios, lo que me interesa es tu lado humano.

La firmeza de Narukami al hablar lo enmudeció. ¿Acaso se estaba preocupando por él? Lo miró a los ojos. Aquel era el chico a quien había aconsejado, con quien había cenado en incontables ocasiones a lo largo del año. Habían platicado, reído; no negaba que había sido divertido. Y aún así, no había dudado a la hora de intentar acabar con él. Y aún así, allí estaba, sin saber qué responderle porque, para su sorpresa, Narukami le importaba.

Ambos se miraron fijamente, ajenos al tiempo que pasaba, uno cada vez más inquieto, el otro, imperturbable.

—Es todo lo que necesito—dijo el estudiante al policía que lo acompañaba. El hombre, confundido, asintió. Al ver que se marchaban, Adachi se lanzó hacia los barrotes.
—¡Espera!

Su grito se escuchó en todo el pasillo, pero el sonido de una puerta lejana fue todo lo que obtuvo. A pesar de no haber dicho nada, le había dado a Narukami lo que necesitaba.

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